¿Seguro que puedes ser juez?
¿Seguro que puedes ser juez?
Estaba cometiendo un terrible pecado. Me sentía incómoda viendo a chicas cristianas vistiendo ropa que consideraba poco decorosa. Prestaba mucha atención a esto y, aunque no decía nada, las juzgaba en mi corazón. En algunos momentos, me decía a mí misma que debía dejarle este asunto a Dios, pero seguía tratando de ser la jueza en el asunto.
Hasta que Dios me confronto con su palabra.
En Romanos 14 dice lo siguiente: “Recibid al débil en la fe,
pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que se ha de comer de
todo; otro, que es débil, come legumbres. El que come, no menosprecie al que no
come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. ¿Tú
quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o
cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. Uno
hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno
esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo
hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El
que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para
el Señor no come, y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí,
y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos,
para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor
somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser
Señor así de los muertos como de los que viven. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu
hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos
compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice
el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios.
De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. Así que, ya no nos
juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u
ocasión de caer al hermano. Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es
inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.
Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme
al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo
murió. No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios no es
comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que
en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. Así que,
sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. No destruyas la
obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias;
pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come. Bueno es no
comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o
se debilite. ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado
el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo
que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de
fe, es pecado.” Y el capítulo 15: 1-6 añade: “Así que, los que somos fuertes
debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros
mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para
edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está
escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí. Porque las
cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de
que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero
el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo
sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y
Padre de nuestro Señor Jesucristo.”
Después de leer esto, entendí que lo que hace un cristiano maduro es para Dios, y lo que hace uno más débil también. Ninguno debe juzgar al otro, eso es tarea de Dios.
Un día, escuché a algunas de estas chicas cristianas decir que se sentían bien vistiéndose así, pues vestir de otra forma les parecía una expresión de religiosidad. Ellas creen que así agradan a Dios, y ¿quién soy yo para juzgarlas?
Aún pienso que su comentario no es correcto, pero solo Dios se lo puede confirmar y se encargará de corregir a quien esté en error. Por mi parte, me vestiré de la manera que Dios ha puesto en mi corazón, para Él, sin mirar ni juzgar cómo se visten las demás.
Además, me di cuenta de que si pienso mucho en este tema y las juzgo, desgasto mi mente y pierdo tiempo valioso que puedo usar para pensar en Dios, pasar tiempo con Él, adorarlo y agradecerle por todo lo bueno que ha sido y sigue siendo conmigo.
(tomado de un diario secreto 01/Jun/2017)
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