Diario de una chica con acné 2

Sanar sin Ceder: Elegir lo Correcto

(tomado de un diario secreto 09/ene/2018)

He hablado antes sobre lo propensa que soy a tener acné, pero hoy quiero contar algo más relacionado con eso. En algún momento, algunas personas me dijeron, de manera directa o indirecta, que el sexo podía curarme el acné y evitar que siguiera teniendo brotes. En ese entonces, no sabía si eso era cierto, pero ahora sé que no lo es. Sin embargo, lo que sí sabía con certeza era que no quería perder mi virginidad solo por mejorar mi apariencia. Mi deseo era esperar hasta estar casada, para entregársela a un buen hombre con el que decidiera compartir mi vida.

Sin embargo, no voy a negar que, en algunas ocasiones, la idea de acostarme con alguien para “sanar” cruzó por mi mente. La tentación era grande, sobre todo cuando pensaba en mi salud. Pero entonces me preguntaba: ¿fornicar? ¿Pecar contra Dios y contra mí misma? Aunque la sociedad permita este tipo de cosas, sé en mi corazón que no sería lo correcto. La idea de buscar una solución fácil, aunque tentadora, no me parecía lo mejor. Recordé entonces una historia de la Biblia que me ha dado fuerza. Sadrac, Mesac y Abed-nego, tres jóvenes que, en el libro de Daniel, capítulo 3, enfrentaron una prueba muy difícil. El rey Nabucodonosor les ordenó adorar una estatua que él había erigido, o de lo contrario serían arrojados al horno de fuego. Pero ellos, firmes en su fe, se negaron. Incluso cuando el rey les dio una última oportunidad para salvarse, ellos respondieron con valentía:

“He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.” (Daniel 3:17-18)

Su respuesta me impresionó profundamente. A pesar de saber que podrían morir, decidieron no ceder a la presión, ni siquiera para salvar sus vidas. Su lealtad a Dios era más grande que cualquier temor. La historia sigue con ellos siendo arrojados al horno, pero Dios no permitió que se quemaran, protegiéndolos de una forma milagrosa.

Lo que más me impacta de su historia es la fuerza con la que defendieron su fe, dispuestos incluso a morir antes que traicionar a su Dios. Eso me hizo reflexionar sobre mi propia situación. No sé cuánto tiempo tendré que seguir lidiando con el acné, pero sé que será el tiempo que Dios considere necesario, y confío en que tiene un propósito. Prefiero obedecer su voluntad y esperar el tiempo de Dios que buscar una solución que me aleje de lo que es correcto.

No voy a forzar las cosas ni casarme apresuradamente por la presión de la sociedad o por mi apariencia. Si lo hiciera, estaría pensando solo en mí misma y no en lo que Dios quiere para mí. En esta vida, quiero hacer lo que Él quiere, no solo porque sé que es lo mejor, sino porque, a través de esas decisiones, puedo crecer en mi fe y aprender a confiar más en Él, sabiendo que, aunque no entienda todos los motivos, Él tiene el control de todo.



Comentarios