Siempre Estuvo Ahí

Siempre Estuvo Ahí

(Tomado de un diario secreto 23/12/2017)

Hubo un tiempo en mi vida en el que sentía que Dios estaba lejos, tan lejos que su presencia me parecía un recuerdo distante. En esos momentos de soledad, solía alzar mi voz al cielo, llena de quejas y lamentos. Le decía: “Señor, ¿por qué me has dejado? ¿Por qué estoy lejos de ti? Me siento sola”. Estas palabras nacían de mi dolor, de la sensación de abandono que cargaba en mi corazón.

Sin embargo, un día, mientras escuchaba la emisora BBN —aunque no recuerdo exactamente cuál programa—, algo en particular captó mi atención y transformó por completo mi forma de ver las cosas. Entendí algo tan simple y profundo que me marcó para siempre: Dios nunca se aleja de nosotros. Somos nosotros quienes, con nuestras decisiones, nos alejamos de Él.

Fue como si esas palabras hubieran sido dirigidas exclusivamente a mí. Comprendí que, mientras yo me quejaba por sentirme distante, Él permanecía allí, inmutable, lleno de paciencia y amor. Y no solo eso: no me reclamaba por mi lejanía, no me juzgaba ni me reprochaba. Al contrario, me atraía con lazos de amor, extendiendo sus brazos para llamarme de vuelta a su presencia.

Cuando entendí esta verdad, me dolió profundamente. Me dolió porque me di cuenta de que había sido injusta con Él. Me di cuenta de que había culpado a Dios por un vacío que yo misma había creado al distanciarme, al dejar que las preocupaciones, los miedos y las distracciones del mundo ocuparan el lugar que le pertenecía a Él.

Ese día, con el corazón quebrantado, reconocí que, a pesar de mis quejas y mi falta de gratitud, Él nunca me dejó de amar. Su amor no depende de lo que yo haga o deje de hacer; es un amor constante, fiel y lleno de misericordia. Y, aunque yo había decidido alejarme, Él siempre estuvo dispuesto a recibirme con los brazos abiertos, esperando pacientemente mi regreso.



Comentarios