El don de lenguas y profecía: una inquietud que encontró respuesta.

 El don de lenguas y profecía: una inquietud que encontró respuesta.

(Tomado de un diario secreto 22/mar/2018)

Durante muchos años, mi corazón cargó con una inquietud profunda relacionada con los dones del Espíritu, específicamente con el don de lenguas y el de profecía. Era un tema que me generaba confusión, reservas e incluso cierta incomodidad, especialmente al ver cómo eran practicados en muchos contextos actuales. Sentía que lo que se decía y hacía en nombre de estos dones se alejaba de lo que realmente enseña la Palabra de Dios, y aunque otros afirmaban lo contrario con total seguridad, yo no lograba sentir paz al respecto.

Fue recién el año pasado cuando, por la gracia del Señor, pude encontrar claridad y descanso en este asunto. Movida por el deseo sincero de entender la verdad, decidí investigar con seriedad. Leí, oré y contrasté cada cosa con las Escrituras. Incluso llegué a escribir a BBN (La Red de Radiodifusión Bíblica), donde expuse mis dudas, y ellos me respondieron con una explicación bíblica muy bien fundamentada. Esa respuesta, sumada a lo que ya había venido estudiando por mi cuenta, me confirmó que no estaba tan equivocada como pensaba. En realidad, mis reservas tenían fundamento.

La explicación completa es bastante extensa, pero puedo resumir lo aprendido de la siguiente manera: en lo que respecta a la profecía, la Biblia es clara al afirmar que la revelación divina ya ha sido completada. Todo lo que Dios ha querido comunicar al hombre para su salvación, edificación y guía se encuentra ya escrito en Su Palabra. La revelación culminó con la finalización del canon bíblico. Por tanto, no hay necesidad –ni base bíblica– para esperar nuevas profecías o mensajes directos de parte de Dios a través de hombres o mujeres hoy en día. Él ya habló, y lo hizo de forma perfecta y suficiente.

En cuanto al don de lenguas, ocurre algo muy similar. La Biblia enseña que este don consistía en la capacidad sobrenatural de hablar en idiomas humanos reales, conocidos pero no aprendidos previamente por quien los hablaba, con el fin de llevar el evangelio a personas de distintas naciones. No era un balbuceo ininteligible ni una experiencia extática. Era un medio poderoso para cumplir con la Gran Comisión en un contexto donde las barreras del idioma eran un gran obstáculo. Sin embargo, con el paso del tiempo y conforme el evangelio se fue extendiendo y la educación se volvió más accesible, ese don dejó de ser necesario y, por tanto, cesó. De hecho, no hay evidencia de que alguien lo haya recibido después del primer siglo.

A pesar de eso, en el siglo XX muchas personas comenzaron a afirmar que poseían este don, pero tristemente, en la mayoría de los casos, lo que se observa es una experiencia emocional intensa, un tipo de éxtasis mental en el que las personas creen estar en comunión espiritual con Dios mientras pronuncian sonidos sin sentido ni coherencia. No se trata del don bíblico, sino de una experiencia subjetiva que puede llegar a confundir, especialmente a quienes buscan genuinamente una relación más profunda con el Señor.

Por eso, es muy importante tener cuidado. No todo lo que aparenta ser espiritual proviene de Dios. La Biblia misma nos advierte que no creamos a todo espíritu, sino que probemos los espíritus para ver si son de Dios (1 Juan 4:1). No debemos dejarnos llevar por emociones, manifestaciones o experiencias, sino por la verdad sólida y eterna de la Palabra de Dios.

Dios no se contradice, y si algo no concuerda con Su Palabra, debemos alejarnos, por más bonito o sobrenatural que parezca.

Hoy puedo decir con tranquilidad que el Señor ha traído paz a mi corazón en este tema. No necesito buscar nuevas revelaciones ni dones espectaculares para creer o crecer. Tengo Su Palabra, viva y eficaz, y en ella está todo lo que necesito para seguirle, servirle y vivir conforme a Su voluntad.


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