Él Descendió por Mí

Él Descendió por Mí

Quiero evocar lo que esa imagen me dice, lo que sus sombras y luces susurran a mi alma cada vez que la observo. No es solo una escena, es un recordatorio vivo de lo que fui, de lo que me rodeó en mis horas más oscuras y, sobre todo, de quién vino por mí cuando creí que nadie lo haría.

Había caído en un abismo del que no podía salir, atrapada en un lugar donde la esperanza se había desvanecido como cenizas al viento. Todo a mi alrededor eran sombras, espectros de lo que fui, cadenas que me sujetaban a un pasado del que no podía huir. Pensé que estaba sola, que mis gritos se perderían en la oscuridad, hasta que llegó Él. No con palabras vacías ni promesas lejanas, sino con acción, con entrega, con sacrificio. Descendió a lo más profundo donde me encontraba, sin temor a lo que pudiera sucederle, sin importarle las heridas que sufriría en el proceso. Enfrentó a las tinieblas con una determinación que me dejó sin aliento, como si mi vida valiera más que la suya propia. Y cuando sentí que mi alma ya no podía resistir más, me levantó en sus brazos, sin reproches, sin preguntas, con una ternura que me desarmó por completo.

Lo vi sangrar por mí, resistir cada golpe, cada herida, cada intento del enemigo por arrebatarme de su lado. Pero Él no me soltó. Siguió sosteniéndome, incluso cuando el peso de la batalla recaía con toda su furia sobre Él. En su abrazo entendí lo que era la verdadera protección, el amor sin condiciones, la fidelidad inquebrantable. Y supe, con una certeza que nada podría arrancarme, que mientras Él estuviera conmigo, ningún horror podría reclamarme otra vez. No tengo miedo, porque sé que en su presencia estoy segura. No dudo, porque Él ha demostrado que daría todo por mí, incluso su propia vida. Y en su amor encontré lo que jamás pensé merecer: una nueva oportunidad, un nuevo camino, un nuevo comienzo.

Él me rescató del peor lugar del mundo, y aunque las cicatrices aún ardan en mi piel, sé que en sus brazos he encontrado mi hogar.

Siempre creí que los príncipes solo eran para las princesas. Que criaturas como yo estaban destinadas a ser olvidadas, temidas, despreciadas. Que nadie lucharía por alguien como yo. Y, sin embargo, Él, siendo príncipe, desafió todo lo que yo creía. No se apartó con asco, no me dejó pudriéndome en la oscuridad de mi condena. Se abrió paso entre la muerte misma para alcanzarme, sin importarle el precio. Y ahora, con sus brazos rodeándome, comprendo que nunca fui indigna de amor. Soy alguien por quien un Rey decidió darlo todo.


Comentarios