El don de continencia


El don de continencia 

(tomado de un diario secreto 23/Ago/2017)

El don de continencia no significa que una persona dejará de tener deseos sexuales, ya que los únicos que no experimentan este tipo de deseos son aquellos que han fallecido. Este don no elimina las tentaciones o impulsos naturales, sino que se trata de algo mucho más profundo, implica tener un sincero temor de Dios en el corazón, lo cual otorga la capacidad de controlarse a pesar de esos impulsos. Es una virtud que permite ejercer dominio sobre las propias pasiones, sabiendo cuándo y cómo abstenerse de los deseos terrenales. Este autocontrol es una manifestación del respeto y la obediencia a la voluntad de Dios, mostrando que, aunque las tentaciones puedan presentarse, la persona es capaz de resistirlas y mantenerse firme en su fe.

En 1 Corintios 6:18-20, Pablo nos recuerda la importancia de la pureza y el autocontrol: "Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” Este pasaje subraya que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo y que debemos honrarlos, como un acto de respeto hacia Dios y hacia nosotros mismos.

El don de continencia es reconocer que nuestras vidas y nuestros cuerpos no nos pertenecen, sino que son ofrendas a Dios. Este don nos ayuda a discernir lo que es correcto y justo, guiándonos en un camino de santidad. No se trata de reprimir los deseos de manera forzada, sino de una manera que honre a Dios y promueva el bien en nuestras vidas y en la de los demás.

Reflexionemos con Proverbios 25:28: "Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda." Este versículo nos recuerda que, sin autocontrol, estamos expuestos y vulnerables a las tentaciones. El don de continencia, por lo tanto, actúa como un muro protector, fortificándonos frente a las influencias que podrían desviarnos del camino de la rectitud.

Finalmente, el don de continencia no solo es un acto de obediencia, sino también un testimonio de nuestra confianza en la gracia de Dios para sostenernos en tiempos de prueba. Es un reflejo de nuestro compromiso de vivir una vida que glorifique a Dios, reconociendo que, a través de su ayuda, podemos superar cualquier tentación y caminar en la luz de su verdad.



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