Fantasias romanticas... solo un comentario para reflexionar.

Fantasías románticas.

Recuerdo que cuando estaba en el bachillerato, leí un libro llamado “Madame Bobary” de Gustave Flaubert. Relata la historia de una mujer, que desde muy joven leía muchas novelas románticas. Un día conoce al Dr. Bobary, quien la hace su esposa, pero ella a pesar de amarlo, quería vivir las cosas que había leído, las aventuras, las emociones, y tanto fue su deseo, que empezó a cometer adulterio, no recuerdo cuantos amantes tuvo, solo que buscaba llenar el vacío que sentía por no vivir lo que quería, el final es bastante trágico, ella murió joven e infeliz por una enfermedad, su esposo murió por depresión al descubrir el adulterio y no saber si su hija era suya realmente. Ese libro fue una lección para mí, debo ser cuidadosa con lo que veo, leo, escucho y hablo, no estoy diciendo que hay que dejar de ver cosas románticas, no, es más bien, no saturarse, ser responsable y cuidadosa al verlas, porque si generas expectativas con ellas, puedes perderte tu increíble historia de amor.

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Al reflexionar sobre esa lectura, me doy cuenta de cómo las historias que consumimos, especialmente aquellas que idealizan el amor y las relaciones, pueden influir en nuestra visión de la realidad. Madame Bovary es un claro ejemplo de cómo el anhelo por una vida que no se posee, alimentado por las fantasías literarias, puede llevar a decisiones devastadoras. En un mundo donde las redes sociales, el cine y la televisión constantemente nos bombardean con imágenes de romances perfectos, es crucial mantener los pies en la tierra. Si bien es natural buscar inspiración en estas historias, es importante recordar que la vida real no siempre sigue un guion idealizado.

Además, Madame Bovary enseña que la insatisfacción crónica, cuando no se gestiona adecuadamente, puede convertirse en una fuerza destructiva. Emma Bovary buscaba llenar un vacío que, en el fondo, no podía ser llenado por nada externo. Esto me hizo pensar en la importancia de encontrar satisfacción y alegría en lo que tenemos, en lugar de obsesionarnos con lo que creemos que nos falta. La felicidad verdadera no viene de emular las vidas que vemos en los libros o en las pantallas, sino de cultivar una vida propia, llena de significado y autenticidad.

Por último, este relato me recordó que cada uno de nosotros tiene una historia única, una que vale la pena vivir plenamente. No debemos permitir que las expectativas irreales, formadas por la influencia de medios externos, nos lleven a subestimar la belleza de nuestras propias experiencias. Cada momento, cada relación, es una oportunidad para escribir nuestra propia historia, una que, aunque quizás no sea perfecta, es auténtica y nuestra.


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