Preocupad@...

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(Tomado de un diario secreto 06/nov/2017)

He estado lidiando con una alergia en las manos que me tiene preocupada. Pronto tengo cita con el dermatólogo, y aunque confío en que Dios decidirá lo mejor para mí, no puedo evitar sentir miedo. Mis dedos índice y pulgar de la mano derecha, la que uso para casi todo, están muy maltratados. La piel está completamente agrietada, y el dolor, el ardor y la comezón son constantes. Trato de no tocarlos para evitar que la situación empeore o se infecten, pero es inevitable sentir temor al ver el estado en que están. ¿Qué tal si el médico me da malas noticias? ¿Y si es algo más grave de lo que imagino? A veces pienso, con mucho miedo, en la posibilidad de que el problema haya afectado el hueso, y que, en el peor de los casos, tengan que amputarme los dedos. Solo imaginarlo me llena de tristeza.

Sin embargo, en medio de toda esta preocupación, Dios me trajo a la mente una historia que escuché hace tiempo. No sé si es cierta, pero me ha dado una lección valiosa:

Había una vez un hombre que fue de cacería y, mientras estaba en la selva, fue atacado por un león. Aunque logró salvarse, perdió un dedo de la mano. Al principio, se sintió lleno de ira y frustración, alejándose de Dios, preguntándose por qué le había ocurrido algo tan terrible. Pero, con el tiempo, volvió a cazar y esta vez fue capturado por una tribu de indígenas que tenían la intención de sacrificarlo a su dios. Sin embargo, cuando lo revisaron antes del sacrificio, se dieron cuenta de que le faltaba un dedo. Según sus creencias, no podían ofrecer a un ser humano que no estuviera completo. Así que lo dejaron ir. El hombre, profundamente impactado, comprendió entonces el propósito detrás de su pérdida y le dio gracias a Dios por haberlo protegido.

Aunque no sé qué sucederá conmigo ni cuál será el diagnóstico del médico, esta historia me ha dado una nueva perspectiva. Si pierdo los dedos, aunque me cause mucho dolor, sé que Dios tendrá un propósito para ello, y confío en que todo estará bajo su voluntad. No es fácil, pero ahora me siento más tranquila, sabiendo que, pase lo que pase, Él tiene el control.

Señor, Tú eres bueno.

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Hoy (25/ago/2023), al mirar atrás, me doy cuenta de lo fiel que ha sido Dios conmigo. No perdí mis dedos, como tanto temía en ese momento. El médico me examinó y con los medicamentos y cremas que me recetó, mis manos se recuperaron por completo. Aún hay momentos en los que la alergia reaparece, pero ahora sé cómo manejarla y cuidarme mejor. Agradezco al Señor por su protección y por haberme dado la paz en esos momentos de incertidumbre.

Gracias, Señor, por todo lo que has hecho.



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