Todo para la gloria de Dios.
Un día, mientras conversaba con unas amigas, confesé que preferiría morir antes que tener una discapacidad. Una de ellas estuvo de acuerdo conmigo, mientras que las demás guardaron silencio. De repente, una de ellas dijo que si Dios le permitía vivir con una discapacidad, estaría feliz porque al menos estaría viva.
Pasaron uno o dos años desde esa conversación y me puse a reflexionar sobre ella. Dios me la recordó para hacerme entender que debo estar dispuesta a sufrir para su gloria y que, si eso incluye tener una discapacidad, debo aceptarlo porque Él lo decidió así para glorificarse a través de mí. Desde ese momento, estoy aprendiendo a aceptar lo que Dios traiga a mi vida.
"Así que, venga lo que venga, estoy a tu merced Señor, sea en un buen estado de salud o no, como tu quieras."
Leí sobre una mujer cristiana que quedó tetrapléjica siendo muy joven. A pesar de todas sus oraciones, Dios no la sanó, así que decidió aceptar su voluntad. Aunque su vida no ha sido fácil, es feliz porque Cristo está con ella y la ha usado grandemente para que otros lleguen a Él. Entendió que el propósito de Dios en su vida era ese. Su historia me hizo reflexionar aún más sobre la conversación con mis amigas: debemos aceptar lo que Dios quiera para nuestras vidas, pues Él siempre nos dará lo mejor, incluso cuando no lo parezca.
Aquí puedes ver el testimonio de esa mujer:
Joni Eareckson Tada comparte su historia
(tomado de un diario secreto, 12/06/2016)
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