La victoria ya la tenemos
La victoria ya la tenemos
La guerra ya está ganada. Cristo venció en la cruz y en esa victoria nos alcanzó a todos. Por eso, no digas que estás perdiendo la batalla; no te declares derrotado cuando la victoria ya fue proclamada desde el principio. Cristo peleó por nosotros, luchó hasta el final… y triunfó.
A veces, cuando miramos el mundo actual, tan confundido, tan herido, tan lejos de lo que Dios desea, pensamos que el enemigo está tomando ventaja. Es fácil creer que las tinieblas avanzan sin resistencia, que el mal se impone y que nuestras fuerzas no bastan. Pero esa es una ilusión. El enemigo no está ganando. De hecho, ya perdió, y lo sabe mejor que nadie.
Piensa en lo que ocurre en muchas guerras. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados derrotaron a los nazis, estos, conscientes de que su caída era inevitable, comenzaron a actuar con desesperación. Antes de ser alcanzados y condenados, intentaron acabar con todos los prisioneros que aún tenían bajo su poder. No porque estuvieran ganando, sino precisamente porque ya habían perdido. Era el acto final de quienes saben que su tiempo se ha agotado.
Eso mismo hace Satanás hoy. Su derrota fue sellada en la cruz. Él lo sabe. Pero, precisamente por eso, quiere destruir todo lo que pueda antes del regreso de Cristo, antes de que llegue el día en que será completamente condenado. Su intento no nace de la victoria, sino de la desesperación. Busca llevarse a cuantos se dejen arrastrar, porque no soporta la idea de enfrentar su destino final: el infierno que lo aguarda.
Pero aquí está la diferencia más grande y más hermosa: nosotros no somos como los prisioneros de los nazis, que apenas podían huir y que no tenían fuerzas ni recursos para escapar. Nosotros no estamos indefensos. Dios nos dio herramientas, nos dio su Espíritu, nos dio autoridad. No nos es imposible resistir al diablo; al contrario, tenemos la capacidad y la promesa de que si resistimos, él huirá. Somos libres porque Cristo nos hizo libres.
Así que, cuando sientas que estás perdiendo, recuerda quien ya ganó. Cuando la oscuridad parezca más fuerte, recuerda que solo está dando sus últimos intentos desesperados. Y cuando te sientas débil, recuerda que no peleas solo: peleas desde una victoria que ya fue declarada sobre tu vida. Cristo venció… y en su triunfo, tú también venciste.
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