Corazones Errantes, Misericordia Constante

Corazones Errantes, Misericordia Constante 

(Tomado de un diario secreto, 21/mar/2018)

En Isaías 30:1-11 encontramos una fuerte advertencia de parte de Dios, pero también una enseñanza muy actual y necesaria para nuestras vidas. El pasaje comienza con un lamento del Señor: “¡Ay de los hijos que se apartan, dice Jehová!”. Es una expresión de dolor, de un Padre que ve cómo sus hijos deciden tomar caminos que los alejan de Él, buscando consejo y refugio en fuentes humanas, dejando de lado su guía y su protección divina.

Hoy en día, no es muy diferente. Con frecuencia, cuando enfrentamos dificultades, cuando sentimos que no sabemos qué hacer, nuestra primera reacción suele ser buscar ayuda en personas, en métodos del mundo, en soluciones que están a nuestro alcance humano. Y si bien recibir consejo no es malo en sí mismo, el problema comienza cuando ese consejo sustituye la dirección de Dios en nuestra vida. El error no está en pedir ayuda, sino en confiar más en lo humano que en lo divino. Poco a poco, si dejamos de consultar a Dios, si lo sacamos de nuestras decisiones, nuestra confianza empieza a estar en lo que vemos, en lo que sentimos, en lo que otros nos dicen... y dejamos de ver que Él es el único que realmente tiene el poder de guiarnos, protegernos y sostenernos en todo tiempo.

El texto menciona que el pueblo de Israel decidió descender a Egipto sin haber consultado a Dios, buscando seguridad en la fuerza del faraón, y amparo en la sombra de Egipto. Esta acción representa una dependencia equivocada, un deseo de encontrar refugio en lo terrenal, en lo conocido, en lo que parece fuerte a los ojos humanos, pero que termina siendo fuente de vergüenza y confusión. Egipto, en la Biblia, muchas veces simboliza el sistema del mundo, ese lugar al que queremos volver cuando sentimos que las cosas con Dios no marchan como esperamos. Sin embargo, el mensaje de Isaías es claro: buscar en el mundo la ayuda que solo Dios puede dar, tarde o temprano, traerá desilusión.

¿Cuántas veces no nos ha pasado lo mismo? Tomamos decisiones apresuradas, siguiendo nuestros impulsos, dejándonos guiar por consejos que halagan nuestros deseos, sin preguntarle al Señor cuál es Su voluntad. Y cuando todo se desmorona, cuando sentimos el peso de nuestras consecuencias, recién entonces buscamos a Dios, clamamos por su ayuda. Y lo más hermoso, lo más admirable, es que Él nos escucha. Aun cuando hemos errado, aun cuando sufrimos por nuestras propias elecciones, Dios en su infinita misericordia se acerca, nos consuela y nos ayuda a levantarnos. No nos exime de enfrentar las consecuencias, pero nos acompaña, nos restaura y nos enseña.

Este pasaje también nos advierte sobre la actitud del corazón. El pueblo no solo se alejó de Dios, sino que llegó al punto de rechazar su palabra. Le decían a los profetas: “No nos profeticéis lo recto… decidnos cosas halagüeñas”. Es decir, querían escuchar solo lo que les agradaba, lo que no los confrontaba, lo que no los hacía sentir incómodos. Y eso también puede pasarnos hoy. Podemos llegar a preferir mensajes suaves, positivos, cómodos, que no toquen nuestras heridas ni nuestros pecados, en lugar de recibir con humildad la corrección amorosa de Dios.

La verdadera sabiduría consiste en volver al Señor, en poner nuestros planes delante de Él antes de actuar, en buscar su dirección en cada paso, en confiar en que su consejo es el mejor, aunque a veces no sea lo que queríamos escuchar. Isaías 30:15 dice: “... En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza...”. Qué promesa tan hermosa: Dios no pide un esfuerzo agitado, sino una rendición confiada. Él quiere que aprendamos a estar quietos, a descansar en Su guía, a esperar en Su tiempo, a creer que si Él está con nosotros, no necesitamos otra sombra que la de Su presencia.


Isaías 30:1-11:

"¡Ay de los hijos que se apartan, dice Jehová, para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi espíritu, añadiendo pecado a pecado! Que se apartan para descender a Egipto, y no han preguntado de mi boca; para fortalecerse con la fuerza de Faraón, y poner su esperanza en la sombra de Egipto. Pero la fuerza de Faraón se os cambiará en vergüenza, y el amparo en la sombra de Egipto en confusión. Cuando estén sus príncipes en Zoán, y sus embajadores lleguen a Hanes, todos se avergonzarán del pueblo que no les aprovecha, ni los socorre, ni les trae provecho; antes les será para vergüenza y aun para oprobio. Profecía sobre las bestias del Neguev: Por tierra de tribulación y de angustia, de donde salen la leona y el león, la víbora y la serpiente que vuela, llevan sobre lomos de asnos sus riquezas, y sus tesoros sobre jorobas de camellos, a un pueblo que no les será de provecho. Ciertamente Egipto en vano e inútilmente dará ayuda; por tanto yo le di voces, que su fortaleza sería estarse quietos. Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla delante de ellos, y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero, eternamente y para siempre. Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras; dejad el camino, apartaos de la senda, quitad de nuestra presencia al Santo de Israel."


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