Cuerpo y espíritu: Una reflexión personal

Cuerpo y espíritu: Una reflexión personal 

(tomado de un diario secreto 23/09/2021) 

Hoy escuché un mensaje en YouTube titulado "El físico sí importa, ¿le estás dando el valor correcto?de Aviva Nuestros Corazones, que me compartió una amiga. El tema resultó ser sumamente interesante y me hizo reflexionar profundamente. Sin embargo, esta reflexión me llevó a pensar en mi propia experiencia personal y en cómo he vivido en el otro extremo del espectro.

Recuerdo un tiempo en mi vida en el que me sentía genuinamente bien conmigo misma. Estaba comprometida con la idea de agradar a Dios a través del cuidado de mi cuerpo, reconociendo siempre que mi cuerpo es un templo del Espíritu Santo. Este principio me guiaba en mi vida diaria, motivándome a mantenerme saludable y en forma, no solo por una cuestión de bienestar personal, sino como un acto de adoración y respeto hacia Dios. Sentía que cada esfuerzo por cuidar de mí misma era una forma de honrarle y expresar mi gratitud.

Sin embargo, me encontré en una comunidad cristiana donde se enseñaba que prestar atención al cuidado del cuerpo podía ser interpretado como vanidad. Esta idea era promovida con la intención de dirigir a las personas hacia una vida más espiritual y menos centrada en lo material. Debido al respeto y la estima que sentía por estos líderes y por la comunidad, decidí cambiar mi enfoque y adoptar una visión diferente sobre el cuidado de mi cuerpo. Abandoné las prácticas que había mantenido con devoción, creyendo que estaba actuando en consonancia con lo que se esperaba de mí en ese entorno.

Este cambio de perspectiva, aunque hecho con la mejor intención, tuvo consecuencias mucho más profundas de lo que había anticipado. Mi decisión afectó mi relación con Dios. En lugar de encontrarme más cerca de Él, me sentí más alejada y desconectada. La tensión entre mi deseo de seguir las enseñanzas de la comunidad y mi propia intuición creó un conflicto interno que dejó cicatrices emocionales.

A lo largo de este tiempo, experimenté una serie de sentimientos complejos y dolorosos. Primero, me sentí culpable por lo que percibía como una excesiva preocupación por mi apariencia, lo que llevó a un sentimiento de autorechazo. Luego, al descuidar mi bienestar físico, me sentí igualmente culpable y decepcionada conmigo misma. Este ciclo de autocrítica y culpa me llevó a un punto donde, en lugar de encontrar paz y equilibrio, me sumí en un estado de confusión y autodesprecio.

A pesar de estas dificultades, estoy encontrando un consuelo renovado en el hecho de que Dios está trabajando en la restauración de nuestra relación. Él ha comenzado un proceso de sanación en mi vida, enseñándome a aceptarme y quererme nuevamente. A través de esta experiencia, he llegado a comprender que Dios no desea que me deteriore ni que me atormente con sentimientos de culpa. En lugar de eso, Él quiere que encuentre un equilibrio saludable entre el cuidado personal y el amor hacia Él.

Estoy aprendiendo, nuevamente, que amar a Dios también implica cuidar de mí misma de manera adecuada, sin caer en la trampa de la vanidad ni en el descuido. Dios me está guiando a un lugar de autoaceptación y amor propio, recordándome que, a pesar de mis errores y las confusiones del pasado, Él sigue siendo bueno conmigo y me ofrece una oportunidad para sanar y crecer. Estoy descubriendo que mi relación con Dios se fortalece cuando me enfoco en Su amor y en Su deseo de que yo viva una vida equilibrada y plena.

Esta reflexión me está ayudando a ver mi propia jornada bajo una nueva luz, permitiéndome reconciliarme con mi pasado y avanzar con una mayor claridad y paz interior. Agradezco a Dios por Su paciencia y por el proceso de restauración que está llevando a cabo en mi vida y estoy emocionada por el futuro que me espera, sabiendo que puedo caminar en armonía con Él y con mi propio bienestar.



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