Servir a Dios

Servir a Dios

(Tomado de un diario secreto 28/sep/2013)

Unos meses antes de entrar a la universidad, recuerdo que asistía a un curso de inglés. El lugar quedaba bastante lejos de mi casa, por lo que debía tomar una buseta para desplazarme. Un día, mientras viajaba, un señor se sentó a mi lado. Parecía un viaje como cualquier otro, pero después de unos minutos, sentí algo en mi corazón. Era una sensación fuerte, como si tuviera que decirle a ese hombre algo importante: “Varón, tranquilo. Confíe, Dios tiene todo en sus manos y todo está bajo control”.

Al principio, dudé. No quería hacerlo. Pensé que quizás era solo una emoción momentánea y no algo que venía realmente de Dios. Y sabía que actuar movida por emociones podría ser peligroso, ya que no es lo correcto. Me preguntaba si quizás estaba equivocada, si tal vez era solo un impulso personal. Pero esa sensación de que debía decirle esas palabras no se iba de mí. Era como si una pequeña voz insistiera en mi corazón.

El tiempo pasaba y mientras la buseta se acercaba a mi parada, la urgencia aumentaba. Entonces, sentí algo aún más fuerte dentro de mí, esta vez dirigido a mí misma: “Si no le dices eso, la sangre de ese hombre podría ser demandada sobre ti”. Esas palabras resonaron profundamente en mí. Comprendí que no podía ignorarlas más. Así que, con el corazón acelerado y orando en silencio a Dios para que me diera valor, le dije las palabras que había estado reteniendo. El hombre me miró sorprendido, con una expresión de preocupación en su rostro. Luego, poco a poco, una sonrisa apareció en sus labios y me respondió: “Gracias, necesitaba escuchar esas palabras”. Su respuesta me dejó sin palabras. No sabía qué más decirle, ni creo que hubiera sido necesario. Le sonreí en silencio, y justo en ese momento, la buseta llegó a mi parada. Bajé rápidamente y caminé hacia mi clase.

Mientras caminaba, mi mente seguía procesando lo que había ocurrido. Por un lado, me sentía especial, como si hubiera sido un instrumento en las manos de Dios. Me maravillaba pensar que Él había puesto esas palabras en mi corazón para decirle a ese hombre justo en el momento en que lo necesitaba. Pero, al mismo tiempo, no podía evitar sentirme algo arrepentida por no haber obedecido de inmediato. Me tomó tiempo actuar y eso me hizo reflexionar sobre mi falta de confianza en que Dios me estaba guiando.

Esa experiencia me enseñó algo valioso: Dios realmente nos sorprende. Él obra de maneras que no siempre entendemos y nos llama a servirle en momentos que no esperamos.

Para finalizar, quiero compartir esta reflexión:

No debemos desesperarnos por servir en algún ministerio o esperar una ocasión especial para ser útiles en Su obra. Dios nos enlista para su servicio y nos usa de acuerdo a Su voluntad, en el tiempo y lugar que Él decida. Lo más importante es pedirle discernimiento para no actuar por emociones humanas, sino siempre por obediencia a Su llamado. Que nuestras acciones reflejen Su propósito y no los impulsos de nuestro corazón.



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